DAMASCO. AFP. Al menos 44 personas murieron y 166
resultaron heridas ayer en dos atentados suicida con coche bomba en
Damasco que las autoridades sirias imputaron a Al Qaida mientras que la
oposición acusó al régimen.
Estos atentados, sin precedentes desde que comenzó la revuelta a
mediados de marzo contra el régimen del presidente Bashar al Asad, se
producen al día siguiente de la llegada de una delegación de la Liga
Árabe que debe preparar el arribo de observadores.
El ministerio de Interior sirio indicó en un comunicado que 44
personas murieron y que 166 resultaron heridas por estos atentados
detrás de los cuales ve "la mano de Al Qaida".
Los atentados se produjeron con pocos minutos de intervalo en el
barrio de Kfar Suseh, contra el complejo de la Seguridad del Estado y
frente a un edificio de los servicios de seguridad militar. La
televisión mostró imágenes de suma crudeza, de evacuación de cadáveres
calcinados o mutilados, con la calzada llena de sangre y de escombros y
un cráter largo y profundo dejado por la detonación.
"El terrorismo quiso que la primera jornada de los observadores en
Damasco sea trágica, pero el pueblo sirio hará frente a la máquina de
matar apoyada por europeos, estadounidenses y ciertos árabes", declaró
el viceministro de Relaciones Exteriores, Faysal Meqdad, en el lugar de
los atentados. Meqdad añadió que Siria iba a "facilitar al máximo la
misión de la Liga Árabe".
El Consejo Nacional Sirio (CNS), principal movimiento de la
oposición, imputó al régimen la "responsabilidad directa" de estos
atentados, según un comunicado recibido por la AFP.
Lo que busca el régimen con estos atentados es dar la impresión "al
mundo que enfrenta un peligro venido del extranjero y no una revolución
popular con la que se pide libertad y dignidad", según el CNS. Por otra
parte, el CNS acusa al régimen de haber transferido a "miles de
detenidos (que estaban encarcelados en prisiones) a guarniciones
militares fortificadas" en donde los observadores de la Liga Árabe no
tienen acceso, y de haber advertido "a los médicos y todos los que
trabajan en los hospitales para que no hablen con los observadores".
En el extranjero, varias capitales occidentales que condenaron los
atentados se inquietaron asimismo sobre sus consecuencias en el trabajo
de los observadores.